Hotel Escondido: la desconexión como lujo
Reseña crítica de Hotel Escondido (Puerto Escondido): diseño vernáculo, playa virgen y desconexión real. Pros, contras y valor-precio para decidir.
Reseña crítica de Hotel Escondido (Puerto Escondido): diseño vernáculo, playa virgen y desconexión real. Pros, contras y valor-precio para decidir.
Cocina mixteca con raíz y rigor: Tierra del Sol, en Oaxaca, es el manifiesto comestible de Olga Cabrera. Técnica, producto, narrativa y sazón que no se disfraza. Aquí se cocina con origen, no con pose.
Explora Moloch, el puesto del Mercado Medellín en CDMX donde la cochinita pibil se come al natural: sin aderezos, sin subterfugios, solo sabor puro prehispánico y sazón yucateca.
Galea CDMX no cocina para la cámara, cocina con fondo. En una esquina discreta de la Roma Norte, Rafa Zaga y Michelle Catarata construyen un restaurante donde cada plato se piensa, no se posa. Desde una focaccia con aceite siciliano que impone respeto, hasta un helado de zanahoria que evita el azúcar fácil, todo en Galea está hecho para quedarse. No hay gritos ni storytelling vacío: hay criterio, técnica y hospitalidad real. Un lugar que demuestra que la cocina seria también puede emocionar.
Un rodizio en la Roma que no presume lujo, lo sirve al punto. Carnes impecables, mariscos frescos y un ambiente que simula comer bajo los árboles. Así es Sal e Brasa Roma: fuego, producto y cero pose.
Descubre Elia Estiatorio, un restaurante griego en Santa Fe que apuesta por producto fresco, técnica precisa y sin folclor forzado.
Crónica de El Sella Polanco: cocina asturiana, herencia familiar y sabor que resiste el tiempo. Una historia de tres generaciones y fidelidad bien ganada.
Quebracho es una de las mejores parrillas argentinas en CDMX: técnica impecable, sabor auténtico y precio justo, sin artificios ni pose.
Fideo Gordo reinterpreta la cocina nikkei con fideos caseros, memoria familiar y sabor rebelde en el corazón de la Roma Norte, CDMX.
Fuego controlado y ambición internacional La carne no miente. Y en Cuerno Masaryk lo saben