En tiempos donde las estrellas comerciales mienten y los influencers cobran por «recomendaciones», evaluar hoteles se volvió territorio minado. Entre el marketing disfrazado de reseña y las quejas sin contexto, perdimos la brújula para distinguir qué vale la pena y qué es puro humo.
Por eso construí un sistema de evaluación que no premia lo bonito ni castiga lo austero: mide qué tan bien cumple un hotel con lo que promete y cobra. Porque no se trata de cuántos amenities presume, sino de qué tan honesta es su propuesta de descanso.

El problema de las estrellas comerciales
Las estrellas oficiales mienten por diseño. Premian la parafernalia —gimnasio que nadie usa, spa de utilería, lobby de catálogo— mientras ignoran lo esencial: si puedes dormir bien, si el baño funciona, si el precio tiene sentido. Un hotel cinco estrellas puede tener la cama más incómoda del mundo y seguir siendo cinco estrellas. Un boutique sin estrellas puede darte el mejor descanso de tu vida.
Las reseñas tradicionales tampoco funcionan. Mezclan criterios sin peso específico, confunden preferencias personales con estándares objetivos, y terminan siendo inútiles para quien busca información real. «Todo perfecto, súper recomendado» no dice nada. «La ducha tenía poca presión pero el desayuno estaba rico» tampoco.

Siete criterios que importan
Mi sistema evalúa cada hotel desde siete ejes fundamentales, con pesos específicos que reflejan lo que realmente impacta la experiencia:
Confort y descanso (20%)
Lo primero y más importante: ¿puedes dormir bien? Cama firme pero no dura, sábanas limpias, aislamiento acústico funcional, baño que resuelve sin complicaciones. No importa si el colchón es de marca europea o local; importa si sostiene tu espalda ocho horas.
Relación calidad-precio (20%)
El tema del dinero, sin eufemismos. ¿El hotel cumple lo que cobra? No se trata de ser barato, sino de ser honesto. Un hotel caro puede valer cada peso si la experiencia lo justifica. Uno económico puede ser estafa si promete más de lo que entrega.
Experiencia del espacio (15%)
Diseño con intención, no decorado de revista. ¿El lugar tiene personalidad o es copy-paste de tendencias? ¿La iluminación, materiales y distribución crean atmósfera o solo buscan la foto? Un hotel puede ser minimalista y tener carácter, o maximalista y ser vacío.
Limpieza y mantenimiento (15%)
Sin higiene no hay hospitalidad que valga. Habitaciones limpias, áreas comunes cuidadas, detalles de conservación al día. Un hotel de cincuenta años bien mantenido supera a uno nuevo descuidado.
Atención y hospitalidad (10%)
Servicio genuino, no protocolo de manual. Personal que resuelve, no que recita frases corporativas. La diferencia entre «¿en qué le puedo ayudar?» real y el mismo texto dicho sin ganas es abismal.
Experiencia gastronómica (10%)
Solo aplica si el hotel ofrece comida. Un desayuno continental puede ser excelente si está bien ejecutado; un restaurante de autor puede ser patético si se pierde en pretensiones. Se evalúa coherencia, no lujo.
Sentido de lugar (10%)
¿El hotel pertenece a su contexto o podría estar en cualquier lado? Identidad que dialoga con el destino, no franquicia global. Un hotel en Oaxaca debería sentirse oaxaqueño, no como sucursal de Miami.

Cómo funciona la evaluación
Cada criterio se califica del 1 al 10, se multiplica por su peso, y el resultado final da una nota sobre 10 puntos. Esa calificación se traduce a estrellas editoriales:
- ★★★★★ (9.1-10): Imprescindible. Experiencia destacada con carácter propio.
- ★★★★ (8.1-9): Sólido. Cumple con excelencia sin vender humo.
- ★★★ (7.1-8): Correcto. Funciona bien, aunque podría mejorar.
- ★★ (6.1-7): Limitado. No justifica del todo su precio.
- ★ (≤6): Prescindible. Promete más de lo que cumple.
Por qué estos pesos
El confort y la relación precio-calidad suman 40% porque son lo fundamental: si no puedes descansar bien o sientes que te estafaron, nada más importa. El diseño y mantenimiento (30% juntos) definen si el lugar tiene identidad y está bien cuidado. El servicio y la gastronomía (20% juntos) complementan pero no son lo central. El sentido de lugar (10%) distingue hoteles con personalidad de franquicias anónimas.

La honestidad como método
Este sistema no busca complacer a la industria ni vender sueños imposibles. Su objetivo es dar información útil para quien viaja con criterio y presupuesto real. Un hotel de tres estrellas editoriales puede ser perfecta opción si sabes qué esperar. Uno de cinco estrellas puede decepcionarte si llega sobrevalorado.
Porque al final, evaluar hoteles es como evaluar cualquier servicio: con criterios claros, pesos específicos y, sobre todo, honestidad editorial. El viajero merece saber en qué gasta su dinero y su tiempo. Y merece que se lo digan sin eufemismos ni marketing disfrazado de periodismo.
Dormir bien no debería ser lotería. Con criterios claros, ya no lo es.
