En tiempos donde cualquiera presume “descubrir lugares”, donde las reseñas se compran y las fotos pesan más que la técnica, evaluar comida se volvió un campo minado. Entre los platillos diseñados para TikTok, las recomendaciones patrocinadas y la confusión entre moda y valor, perdimos la brújula para distinguir qué está bien ejecutado… y qué solo está bien iluminado.
Por eso construí un Sistema de Evaluación Gastrocultural que no premia la espectacularidad ni castiga la sencillez. Mide lo que realmente importa: técnica, coherencia, territorio y honestidad culinaria. Porque no se trata de cuántos adornos tiene un plato, sino de qué tan bien está hecho.

El problema de las reseñas tradicionales
La crítica gastronómica está contaminada:
– se premia lo vistoso, no lo bien ejecutado;
– se confunden preferencias personales con criterios técnicos;
– se aplaude sin pensar;
– y se ignora lo más básico: la cocina es técnica, no espectáculo.
Una reseña que dice “todo delicioso, súper recomendado” no sirve. Una que se enfoca solo en la experiencia personal tampoco. Evaluar un plato exige contexto: ingredientes, ejecución, cocción, equilibrio, territorio, origen y coherencia.
La industria lo sabe. Y se aprovecha.
Siete criterios que importan
Mi sistema evalúa cada cocina, restaurante o platillo desde siete ejes fundamentales, con pesos que reflejan lo que de verdad importa en una experiencia gastronómica con criterio:

1. Técnica y ejecución (25%)
El corazón de todo.
¿El cocinero domina lo que hace?
Cocciones exactas, uso correcto del calor, cortes, fondos, reducciones, tatemados, frituras limpias, equilibrio en salsas.
Un plato puede ser humilde y tener técnica impecable… o ser “fine dining” y estar mal hecho.
2. Sabor y equilibrio (20%)
No se trata de que “esté rico”.
Se trata de si el plato está equilibrado: acidez, dulzor, amargor, salinidad, grasa y textura dialogando entre sí.
Ni más limón para tapar errores, ni más picante para simular sazón.
3. Ingrediente y origen (15%)
El origen importa.
¿El ingrediente tiene sentido en el contexto?
¿El restaurante respeta la estacionalidad y el territorio?
Un buen producto mal usado es un mal plato. Y un ingrediente modesto bien trabajado es oro.
4. Coherencia del concepto (15%)
¿La propuesta tiene identidad?
¿La carta tiene un hilo conductor o es un rompecabezas de tendencias?
Hay lugares que no saben quiénes son.
Y se nota en cada bocado.
5. Relación costo-valor (10%)
No es “caro o barato”.
Es: ¿esto que me sirven justifica lo que cobran?
Un puesto callejero puede valer más que un tasting menu de miles de pesos si su ejecución es honesta y consistente.
6. Experiencia del espacio (10%)
¿El espacio permite comer bien?
Iluminación, temperatura, ruido, comodidad.
No se evalúa diseño aspiracional: se evalúa funcionalidad para comer.
7. Sostenimiento cultural (5%)
¿Qué aporta este lugar a la conversación gastronómica?
¿Recupera técnica? ¿Protege tradición? ¿O solo recicla modas?
Un restaurante no tiene que ser museo, pero sí debe saber de dónde viene lo que sirve.
Cómo funciona la evaluación
Cada criterio se califica del 1 al 10.
Se multiplica por su peso.
Y el resultado final ofrece una nota gastrocultural del 1 al 10, que se traduce así:
★★★★★ (9.1–10) – Excepcional. Técnica sólida, concepto claro y coherencia absoluta.
★★★★ (8.1–9) – Sólido. Cocina honesta y bien ejecutada.
★★★ (7.1–8) – Correcto. Cumple, aunque podría profundizar.
★★ (6.1–7) – Limitado. Más apariencia que sustancia.
★ (≤6) – Prescindible. Promete más de lo que entrega.
¿Por qué estos pesos?
La técnica y el equilibrio pesan más (45%) porque son la base de cualquier buena cocina. Sin técnica, no hay plato que se sostenga.
El ingrediente, territorio y coherencia suman otro 30%, porque un platillo bien ejecutado necesita identidad.
Costo-valor y espacio (20%) definen si la experiencia es justa.
El sostenimiento cultural (5%) distingue a quienes aportan algo de quienes solo siguen tendencias.

La honestidad como método
Este sistema no busca complacer a la industria ni a los restaurantes de moda. Busca decir la verdad culinaria, útil para quienes quieren comer con criterio, sin caer en la trampa del marketing.
La técnica no se negocia.
La coherencia tampoco.
La gastronomía merece que la evaluemos con rigor, no con filtros.
Comer bien no debería ser lotería.
Con criterios claros… ya no lo es.