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📍: Nicolas San Juan, Félix Cuevas 1602-loc a, Benito Juárez, 03104 Ciudad de México, CDMX
💰: $300 a 500 por persona

En la Ciudad de México sobran taquerías nuevas que se creen concepto. Pocas, sin embargo, entienden lo que significa construir sabor con la paciencia de un ingeniero y la precisión de un cirujano.
En Tacos Félix, el nuevo proyecto de Sonora Grill Group en la Chefatura, Luis Ferrer lo logra: convierte la taquería en un laboratorio de fuego controlado y grasa noble.
El trompo —esa mezcla improbable de sirloin con picaña Wagyu Cross— es un acto de fe en la grasa intramuscular. La grasa de la picaña se derrite sobre el sirloin y le presta su suavidad, lo vuelve un taco que no se muerde, se rinde. El resultado es un sabor profundo, limpio, que hace que el trompo de sirloin de la competencia parezca un juguete.
Las aguas frescas no están ahí para cumplir: la de jícama con tajín es una jicaleta derretida con doctorado, y la de horchata con ajonjolí dulce y melón es una palanqueta líquida que refresca, no empalaga. Son, literalmente, el enjuague entre bocados de proteína y gloria.

El menú es una exhibición de poder técnico: el suadero confitado se deshace como algodón de carne; la arrachera americana en costra tiene esa insolencia norteña de quien sabe lo que vale cada fibra; y los esquites con trompo son una parodia elegante de la calle: mantequilla, chipotle y un eco de tuétano que haría llorar a un dietista.
Ferrer entiende algo que pocos comprenden: no basta con tener buena carne, hay que saber escucharla. El fuego aquí no grita, susurra. Y cada taco parece decir: «Tranquilo, que la técnica ya hizo su parte».
¿El espacio? Una fuente de sodas sesentera, tapizada con caguamas Victoria y nostalgia calculada. Limpio, retro, sin caer en el simulacro. Una taquería con pasado inventado y futuro asegurado.

Tacos Félix no necesita demostrar que pertenece a Sonora Grill Group: se nota en la iluminación, en el maíz bien nixtamalizado, en el hecho de que el chef sale a hablarte de la grasa como si hablara de filosofía.
Y quizá por eso, mientras mastico el último bocado de trompo, pienso lo mismo que cualquier comensal que ya perdió la cuenta de cuántas veces le han prometido «el taco perfecto»:
En este país cualquiera hace tacos, pero pocos entienden la carne.
